
En la encrucijada.
¿No te da vergüenza? Deseas entrar en un sistema en el que hay que convertirse en rueda, si no quieres ser aplastado por la máquina; en un sistema donde cada cual ha de ser lo que hagan de él sus superiores; donde constituye un deber natural la búsqueda de contactos; donde nadie se ofende cuando se le indica que se fije en una determinada persona porque puede serle útil; donde a nadie le da vergüenza acudir a quien sea para interceder por alguien; donde no se comprende que el sometimiento deliberado a estas prácticas conlleva el convertirse en un vulgar recipiente, que los demás pueden usar y romper cuando les plazca, sin concederle mayor importancia; donde, en último término, vienes a decir: «Nunca faltarán hombres de mi clase; utilizadme como queráis».
Friedrich Nietzsche
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