
Vivió hace muchos años una reina poderosa y sabia obsesionada por mantenerse en el poder. Separada del pueblo por grandes murallas y profundos fosos, cada día daba orden a sus leales para que las condiciones de vida de campesinos y trabajadores fuesen aceptables. Desde su palacio, entre lujos y tesoros, clamaba para que ninguno de sus súbditos pasase excesiva hambre o demasiado frío. Insistía a sus hombres de confianza para que sus gentes no padecieran miserias ni sufrieran emfermedades relacionadas con la pobreza. Les organizaba grandes fiestas, los invitaba a vino y bailes. "Que sean felices, que se diviertan", decía. A la reina no le importaba que su gente tuviese de todo...excepto educación. Las órdenes eran tajantes : nada de escuelas, nada de maestros, nada de libros. "Si le damos eso, sabrán tanto como yo. Y entonces se darían cuenta de que no me necesitan", sentenció.
Cuento sacado de un artículo de J. Pérez de Albéniz.
¡Pero qué necia la reinona esta! ¿No se llamaría Esperanza, por casualidad?
ResponderEliminarLa Crono
Esa non chega nin a reinona de feira. Representa a uns votantes cheos de ignorante avaricia, maldade depredadora e faltos do humanismo máis elemental.
ResponderEliminarPos sí. De reinona nada,condesa consorte e jrasias.
ResponderEliminar